
Se detuvo unos instantes y respiró. Tranquilizó su alma y aquietó su corazón, que a estas alturas empujaba con fuerza por salir de ese cuerpo. Entró con cuidado en la habitación, distinguió los cabellos enredados en la almohada y se acercó un poco más. Creyó oler el perfume. Ahora su mente se acercaba al recuerdo de sus dedos tocando los mechones oscuros y la repulsión lo volvió a sus pies detenidos al costado de la cama. Escuchó ahora como la respiración dormida retumbaba entre las paredes. Sacó el cuchillo que llevaba en la campera. Ahora un resplandor metálico y brutal llenaba de rojos el lecho que hasta el momento la abrigaba. Se aseguró de que no hubiera más aliento en el cuarto que el propio y se acercó a la ventana. A través del movimiento caprichoso de las telas pudo ver la avenida desierta. Solo algunos pocos transeúntes escuchaban sin percibir, el lloriqueo sordo de su corazón agitado.
Yamila Graziano
Fuerte! Muy bueno Yami!
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