
-Decime
dónde vivís y voy a buscar a tus padre- le dice Gustavo –o a los
bomberos.
-No
no, dejá. Acá se está muy bien. Pues arriba hace un calor de
morirse, acá tengo agua y está fresquito- dice el niño de abajo,
ni un solo músculo de la cara se le tensó al hablar.
-Pero
no- le reprocha Gustavito, le dice que es peligroso estar ahí abajo,
aunque empieza a sentir que ahí arriba realmente hacía mucho calor
y que abajo debe de estar fresquito –tus padres deben de estar
preocupados.
-Mis
padres mismos me mandaron acá, ellos están en otros pozos ahora.
Mamá nos hizo una vianda a cada uno de mis hermanos, somos cuatro-
le confía el muchacho de abajo. Empiezan a hacerse amigos.
Gustavo,
un poco envidioso por el trato que les da su mamá, no le cree, y lo
trata de mentiroso.
-Mirá-
le muestra una bolsa de madera y de ella saca un sándwich que desde
arriba se veía riquísimo –es de atún, como me gusta a mí- le
dice el chico. –A mi hermana María le gusta de jamón, a mi
hermano mayor Miguel de roquefort y a mi hermano menor Agustín de
manteca y salame-
-¡Qué
hambre que me estás dando, encima hace un calor acá!- le responde
Gustavo. –mi mamá se fue a la panadería a trabajar y mi papá
está en el bar, como siempre, gastando lo de mi mamá. No sé qué
comeré.
El
nene de abajo ya siente lástima por Gustavo, y está a punto de
subir para abrazarlo, pero algo lo detiene, Gustavo se da cuenta.
-¿Por qué no vienes aquí abajo conmigo?, yo no puedo subir porque
si se entera me padre, me faja- le dice el niño del pozo -¿Por qué
no bajas tú?, tus padres no se enojarán, ¿cierto?
El
niño de abajo estaba en lo cierto, nadie se enojaría si él bajaba.
–¿Pero cómo subimos después?- pregunta Gustavo.
-Esa
es la parte más fácil- dice el niño de abajo –lo más difícil
es bajar, ya que serás nuevo en el rubro de bajar pozos. Una vez que
entras, bajaras resbalando la espalda y controlas que no te caigas
con las piernas, tienes las piernas fuertes, ¿no? La subida es
igual, pero en sentido contrario.
Gustavo
pensó que era fácil y hasta divertido. Y para colmo él siempre
ganaba cuando jugaba al fulbito por lo fuerte que le pegaba a la
pelota. Así que empezó a bajar. -¿Me vas a convidar de tu
sándwich? El de atún también es mi preferido- le pregunta
Gustavito a la mitad del pozo, pero miente, jamás probó el atún.
-Si
si, te lo doy todo si querés- le responde el nene del pozo –total
no tengo hambre yo.
-¡Uff!
Sí que cuesta bajar, ni me quiero imaginar subir- dice exhausto
Gustavo.
-¿Por
qué me mentiste Gustavito?- le dice el niño del pozo al ex nene de
arriba –a ti no te gusta el atún, porque no lo conoces-
Gustavo
se dio vuelta ya que al bajar quedó de espaldas al nene de abajo.
Pero al darse vuelta, ya se había ido, y quedó solo en ese pozo.
Era de noche y hacía frío.
Julián Vega Fischer