Vistas de página en total

jueves, 1 de mayo de 2014

Acordes en la inmortalidad

Otro jueves a la tarde en que tengo que reunirme con mi grupo terapéutico. Sí, quizá impulsada por mi entorno estoy yendo. Es que no me entienden. Obviamente que te extraño. Quisiera que estés conmigo, como al principio… aunque ahora sé que las cosas cambiaron un poco.
Hoy, me pidieron que escribiera una carta para despedirme de vos. Pero no me comprenden, es imposible.
En mis años mozos,
te conocí dirigiendo la orquesta, te miré y estabas al lado mío. Cada nota que toco con mi violín hace que aparezcas sonriendo socarronamente parado desde el balcón. Levanto la vista para empezar a hablarte y con un gesto vago me decís que siga tocando.
Para que realmente te vayas, tendría que quemar este instrumento y matar una parte mía. No puedo. Y no quiero.
Nuestras charlas por la mañana, tus quejas por mis mates amargos, el olor a tabaco…
Me acuesto a la noche, y al despertar al día siguiente las cenizas de tus cigarrillos están en el borde de la ventana. Siempre cenizas nuevas que limpio, y aparecen otra vez.
Vuelvo a tocar, ahora más que nunca porque eso te trae hasta mí.
Sí, el grupo terapéutico. Buscaré alguna canción vieja, la transformaré en carta y diré que la escribí yo, que “estoy curada”. Aunque en realidad, vos y yo lo sabemos, nos encontramos todos los días, a cualquier hora, entre las cuerdas de mi violín. 

Ana Clara Zabala

No hay comentarios:

Publicar un comentario